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  JIM CLARK

NO HABRA NINGUNO IGUAL

Jim Clark en Indianápolis 1965. A su lado, Colin Chapman.
 

Durante mucho tiempo lo consideré el mejor, el mejor de todos. Después comprendí que era un juicio un tanto "naive", motivado por razones personales. Jim Clark dominó gran parte de la década del ´60, la de mi infancia, fue campeón el año que nací y murió –hace hoy 40 años- cuando yo empezaba a curiosear en torno a los coches, dejándome en las manos un gran misterio. Más tarde, supe que los más grandes no mueren en la pista.  Sin embargo, subsisten razones para sostenerlo en el pedestal, en el Poker de Asses de toda la historia que integran, además, Tazio Nuvolari, Juan Manuel Fangio y Ayrton Senna (No, Michael Schumacher no entra a mi criterio en esa liga, pero la discusión no puede ser tema de esta nota).
Las estadísticas, en todo caso, dan risa. Clark fue campeón mundial de Fórmula 1 en 1963 (ganando 7 de las 10 carreras del torneo) y en 1965, el año en que ganó seis Grands Prix –pero todos consecutivamente- y, además, eligió no correr en Mónaco para ir a ganar las 500 Millas de Indianápolis. Sin embargo, debió ser campeón en 1962 (cuando su Lotus 25 se quedó sin aceite a 20 vueltas del final de la última carrera del año), en 1964 (le sucedió algo similar, ¡pero a siete vueltas!), en 1967 (fue el piloto más ganador del año) y probablemente habría dominado 1968… ¿Seis campeonatos mundiales? No habría sido extraño.
Su muerte, el 7 de abril de 1968, ocurrida en Hockenheim, Alemania en una oscura carrera de Fórmula 2 en la que competía, entre otros, el actual presidente de la FIA, Max Mosley, disparó un período terrorífico en el automovilismo mundial: una tragedia por mes involucrando a pilotos de Fórmula 1. El 8 de mayo, Mike Spence (piloto BRM) murió probando un Lotus en Indianápolis para las 500 Millas; el 9 de junio, Ludovico Scarfiotti (piloto Cooper) se cayó al precipicio manejando un Porsche en la trepada de montaña de Rossfeld (Alemania); el 7 de julio, el Honda de Jo Schlesser capotó durante el Grand Prix de Francia y se incendió sin esperanzas. ¡Qué terrible momento del automovilismo! Esa fue la época en la que Clark se transformó en recuerdo.
Si alguna vez el auto y el piloto fueron una unidad, eso sucedió cuando corría el Escocés Volador. No sólo porque siempre condujo coches Lotus, sino porque el coche siempre se comportaba exactamente lo que él quería. Clark lo hacía todo sin esfuerzo. Era capaz de marcar el mismo tiempo con el mismo auto puesto a punto de dos maneras radicalmente distintas, y a la vez fijarse dónde estaban los fotógrafos para dedicarles un derrape.
Manejaba de manera muy delicada, suavemente. John Surtees lo criticó argumentando que no le gustaba correr con ruedas alrededor, que funcionaba sólo cuando partía en punta. Pero era habitual: de sus 72 carreras en el Mundial de F-1, largó 33 en pole-position. En la clasificación de Nurburgring '67, le sacó ¡nueve segundos! al segundo. Daba una primera vuelta muy rápido, amedrentando al resto, y luego regulaba la ventaja.
Odiaba Spa-Francorchamps, pero allí ganó cuatro veces consecutivas el GP de Bélgica, la última bajo un diluvio. Sus performances fueron excepcionales: en Nurburgring '62 se plantó el motor en la largada y quedó último, pero en los últimos 12 kilómetros de la primera vuelta (que tenía 22 kilómetros) ¡pasó 16 autos! y terminó cuarto.
Su mejor carrera fue la de Monza '67, cuando se le pinchó una goma yendo en punta; paró a cambiarla y perdió la vuelta, pero la recuperó, retomó la vanguardia y su victoria fue segura... hasta que se quedó sin nafta a dos vueltas del fin. (Ese día fue Jack Brabham quien le hizo señas para mostrarle la pinchadura; Jimmy no se había dado cuenta… ¿fue eso lo que sucedió en Hockenheim? ¿Se fue desinflando lentamente la goma trasera derecha sin que Clark cayera en la cuenta hasta que fue demasiado tarde?)
Ganó 25 carreras del Mundial –una más que Fangio- y por lo menos el doble de carreras de F-1 sin puntos. "¿Clark fue mejor que Fangio? -se preguntó una vez Stirling Moss- Sólo se puede ser el mejor de su tiempo. Jim fue, sin duda, el mejor de su época". Una época que se añora. En la que podían suceder episodios como el siguiente:
Reunión en Lotus, 1965. Están presentes los más altos directivos de Ford, discutiendo el programa para Indianápolis. Todo pasa por el tamiz de los números y cuando parece haber acuerdo, uno de los ejecutivos de la compañía gira y enfrenta a Clark, que ha permanecido en silencio durante todo el mitín.
-Bueno, lo único que nos falta ahora es tu decisión. ¿Vas a correr esta carrera para nosotros?
Silencio. Clark se estira en el asiento, mira sus zapatos, no contesta.
-¿Cuál es el problema? ¿Los motores? ¿El dinero? ¿Coincide con otra carrera?
Más silencio.
Los ejecutivos comienzan a repasar los ítems, buscando descubrir el motivo de tan embarazosa pausa cuando Clark tosió.
-Hum… bueno, para ser perfectamente honesto, se trata de mi madre…
-¿Tu madre?
-Sí, ella siempre se preocupa cuando voy a Indianápolis porque ha escuchado tantas historias terribles sobre el circuito…
En memoria de Jim Clark (1936-1968).

Pablo Vignone

 
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