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  OSCAR GALVEZ

“EL AGUILUCHO”

Oscar Alfredo Gálvez nació el 17 de agosto de 1913. En esa fecha se iniciaba una vida totalmente dedicada a los fierros y a la competición.
De carácter extrovertido, fue el ídolo de miles de fanáticos que veían en él, al hombre de los logros imposible. No solo alimentaba esa idolatría con una personalidad jovial y charlatana, sino con hechos lindantes con la hazaña.
Sus ojos, reflejaban inmediatamente la pasión que lo envolvía en cualquier charla sobre fierros. O sea, en cualquier charla con él. Porque irremediablemente cualquier conversación con Oscar, giraba para el lado de los autos. Porque su vida fueron los autos. Su pasión, su alimento, sus sueños, sus desvelos, sus recónditos secretos. Todo, absolutamente todo, giró en derredor de los autos.
A Oscar se lo amaba o se lo odiaba. Muchos creían ver en su personalidad al típico fanfarrón de la Capital. Pero muy lejos estaba esto de ser real. Su forma de ser, sólo era demoledoramente auténtica. Y eso en nuestro mundo muchas veces es considerado como un pecado.
Luego de perder la Caracas, el regreso desde Lima tenía para “el Aguilucho” un sabor muy especial. Este motivo lo llevó a decir antes de la largada de la primera etapa “esta la gano yo”. Daba la impresión de un menosprecio hacia sus compañeros y de un exceso de confianza en sí mismo. Para colmo largaba a medianoche desde la posición 49º en el camino y sobre un tramo de tierra suelta. Sonaba muy difícil, para ser sinceros casi imposible. Sin embargo, en medio de la profunda oscuridad de la noche peruana y a solo 150 Km. de Lima. Pedro Duhalde, acompañante de Marimón, quién había largado primero por ser el ganador de la Caracas, le dijo al piloto:
-“Viene el flaco, tenemos a Oscar atrás”
-“No puede ser tiene que ser otro”
-“Te digo que sí, lo conozco porque es el único que tiene el farolito en el techo”
A los pocos segundos, una coupé roja con un busca huellas en el techo y el Nº 3 pintado en las puertas, pasaba como una exhalación ya instalada en la punta de la carrera y que por supuesto conservaría hasta el final. Oscar Gálvez le había descontado los 8 minutos de diferencia de la largada en ese corto trayecto, teniendo que pasar para ello 48 autos, con tierra en suspensión y de noche.
¿Fanfarrón? ¿Genio? ¿Solamente sincero? Queda a su criterio.
Oscar se adentró en el mundo de los fierros cuando su padre la mando a trabajar al taller mecánico de Parizzio dónde tiempo después fue preparado el Plymouth de Arturo Kruuse para GP de 1935. El “indio rubio” gana la carrera y por supuesto Oscar se siente parte del triunfo. Luego comenzarían las picadas, a las que concurría con Juan y su Ford preparado por ambos, y se cansaron de ganar. Y de escapar de la policía que intenta no dejarlos “alterar el orden público”. Ante la fama adquirida como mecánicos, pusieron su propio taller.
Oscar fue a ver la largada del GP del ´36 y mirando las máquinas y envidiando a sus conductores, se prometió a sí mismo; “algún día voy a correr”. Y a pesar de la resistencia familiar, la oportunidad llegó en el GP de 1937 cuando con su amigo Horacio Mariscal como acompañante, se lanzaron a la aventura sobre un Ford ´35 cabriolet y con el Nº 58 en las puertas.
Comenzaron entonces los sprint, donde Oscar demostró sus aptitudes de velocista por tramos. En el GP de 1938 y cerca de Bahía Blanca, el sedán con frenos mecánicos con el que competía, pegó varios tumbos y quedó destruido. Lejos de amilanarse, decidió comprar una coupé para no dar más ventajas, y si así no andaba, prometió retirarse definitivamente de las carreras. En el año ´39 lo vio como ganador del Gran Premio Argentino y del Gran Premio extraordinario. De allí en más, los triunfos y la popularidad serían eternos compañeros de Oscar.
Sus hazañas, tienen tanto que ver con sus cualidades conductivas como con su enorme habilidad de mecánico, que al igual que Juancito, le hizo superar inconvenientes que para otros hubieran significado el abandono.
Son leyenda los cambios de piezas en el camino, abasteciéndose con los repuestos sacados de autos del público, el cual colaborando así, se sentía participe del triunfo. Eran otros tiempos y otra la sociedad con distintos valores. También fueron leyenda las reparaciones con alambre y postes de alambrado supliendo elásticos rotos. Todo en su vida fue leyenda. Valen como ejemplo los 16 vuelcos, la Bs. As-Caracas, el primer triunfo sobre los europeos en Palermo a bordo del Alfa 3.8, las largas y agotadoras etapas con más de 10 horas de duración que siempre veían a la tozudez y resistencia de Oscar en primer lugar, etc.

Traje a medida


“Cuando mi viejo no quería saber nada de que tuviéramos un auto y mucho menos para correr, lo guardábamos en lo de un amigo y lo íbamos a buscar solamente para ir a las picadas o al baile los sábados por la noche. Allí si que había que ir de punta en blanco. Las chicas iban siempre con la madre a cuestas y había que agradar a las dos. En ese entonces con lo que ganaba en un buen día de trabajo me compraba un traje a medida”

Los autos de fórmula

Oscar también incursionó y con notable éxito en los autos de fórmula, calcificando se campeón de pista en 1947 y 1948 y en coches Especiales en 1949, las tres veces con alfa Romeo. Luego compitió con lo que serían los actuales Fórmula 1. Ganó frente a los europeos en Palermo, esto bajo una intensa lluvia que emparejó sus chances con los autos más potentes y modernos de sus rivales. Luego fue a Europa, pero las cosas no eran como Oscar quería. El estaba acostumbrado a su organización, a la auto dependencia. Como dijo una vez “en estos autos los caballos los ponen ellos, en mi forcito los pongo yo”, Y así se desanimó del F1 y prefirió seguir en nuestro país y en el Turismo Carretera.
Volvió a cosechar innumerables éxitos, hasta que los años y el progreso pudieron con el. Aunque si por el hubiera sido…..
Su última carrera en la categoría, la corrió con un Falcon del equipo oficial Ford en Junín de 1964. El era Director Deportivo del equipo, y quiso probarlo en carrera para sacarle algunas fallas de caja que tenía. Falleció un 16 de diciembre de 1989. Con él se iba el gran ídolo de una época de oro. Un hombre que movía multitudes y despertaba encontradas pasiones. El mejor autódromo del país lleva su nombre como homenaje. Un homenaje dado en vida como reconocimiento al corredor que por propias aptitudes, se convirtió en el más grande ídolo de todos los tiempos del Turismo Carretera.

Para ganar no hay que parar

Esa era la filosofía de Oscar Gálvez. Y muy buenos resultados que le dio. Entre otras cosas llevaba dentro de la coupé un poco de arena. Esta la tiraba por una ventanita hecha en el piso del Ford al embrague, si es que el mismo comenzaba a patinar. Además había cambiado el anclaje de los amortiguadores traseros de modo tal que se pudieran regular desde adentro del auto. Llevaba también dos relojes de temperatura uno por cada block. De esa forma en caso de problemas de temperatura se ganaba un tiempo precioso buscando la falla. Y así todo. Un previsor que ganaba tiempo con las muñecas y también con la organización.

La seguridad


Ese fue un ítem que Oscar siempre tuvo a buen recaudo. La prueba más fehaciente, es que sobrevivió a 16 vuelcos que tuvo en carrera y algunas herejías más. Por ello, usaba una jaula de seguridad diseñada de acuerdo a los más modernos cánones de la época, las puertas siempre iban trabadas a esa jaula y se colocaba siempre el cinturón de seguridad.
Luego de un accidente en el cual se hizo un generoso tajo en el cuero cabelludo, decidió comprarse un casco de paracaidista, y usarlo siempre, por más que sus congéneres lo miraban precisamente como un paracaidista.
Como vemos, también en esto Oscar Gálvez fue un adelantado, haciendo punta y ganándole a los hechos.

Breve Historial

Oscar A Gálvez ganó 43 competencia y es el tercero en el historial detrás de su hermano Juan y de Roberto Mouras, conquistando además 5 campeonatos (47´, 48´, 53´, 54´ y ´61) y 6 subcampeonatos (39´. ´49, ´56, ´57, ´58 y ´60). Fue además el corredor que más grandes premios ganó, lo hizo en 7 oportunidades, ganó 35 etapas, fue segundo una vez y tercero en cinco oportunidades.

Texto del Libro de Peter Hann “60 años de historia del TC”


 
Oscar y su Alfa Romeo, ganador en Palermo (1948)



OSCAR GÁLVEZ

provista por Alfredo Parga/Radio Belgrano (AR)
(adaptada por Maximiliano Catania/FUNO!)
Buenos Aires (AR), 14 Jul 2003

Reportaje realizado por Antonio Carrizo en los '70. Oscar Gálvez recrea su primera victoria en el Turismo Carretera, a bordo de una cupé Ford.

CARRIZO
: En el Turismo Carretera, en 1939, ha logrado Ud., Oscar, su primera victoria, si de autos de carrera se habla. ¿Qué anécdotas puede contar sobre aquel Gran Premio?

GÁLVEZ: Era 1939, con $ 3.800 y Juan (Gálvez, hermano) compramos una cupecita Ford (...). Ablandamos la reciente adquisición mediante el uso: mis padres vivían por entonces en Mar del Plata, y realizaba yo ese trayecto (desde Buenos Aires) para acostumbrar a la máquina. A su vez, la llevamos al taller y le agregamos aditamentos para competición (...). El auto tenía el N° 23. Atamos el capó de la misma con una correa - bien fuerte - antes de lanzarla a la actividad deportiva; no sea cosa que ocurra de nuevo aquel episodio de 1937 donde perdiera una carrera debido a un desprendimiento del capó. Por otra parte, le arrancamos el paragolpe trasero. Visto está que la cupecita Ford no tenía un aspecto muy aerodinámico (...). Hasta el tanque de nafta de la máquina tuvo modificaciones. Puesto que el coche consumía, bajo los pies del acompañante creamos un tubo con combustible adicional. Con la del copiloto se totalizaba el número de butacas (2), ya que - de más está decir - los asientos originales debieron ser removidos con miras a alivianar el vehículo (...).

CARRIZO: ¿Y después?

GÁLVEZ: Largamos de Buenos Aires a Rosario. Tenía angina y Juan estaba desesperado por causa de ello. Con 39 grados de temperatura, me dispuse a largar igual. Recuerdo que en esa época Juan había logrado para nosotros el auspiciante del Jabón Radical (la competencia del Jabón Federal). Compartíamos la calle de salida con (Domingo) Marimón, Parmigiani, y no faltaban los hermanos Orsi entre tanto aforo. Largamos desde la puerta del Estadio de River Plate. Fangio también corría. Juan y yo ataviábamos ropa blanca y lucíamos engomados el cabello, como correspondía.

CARRIZO: ¿Cómo se desarrollaron las acciones luego?

GÁLVEZ: Comencé a pasar coches y llegamos en 2:49' a Rosario (Santa Fe), frente a 3:01' que había marcado otrora. En el camino a Córdoba, ganaba Pablo Rada. Por entonces tomé la punta en la general promediando 33 km/h en zona de barro, con una lluvia tremenda, sin goma de auxilio y escaso combustible. Paramos en una estación de pueblo; el paisano tardaba una barbaridad en reaprovisionar, pese a que le dijera "metele" constantemente. A Concordia (Entre Ríos) fuimos segundos de Tadeo Taddía (Chevrolet). Se dio por terminada la carrera dado las inclemencias del tiempo y se prorrateó el Gran Premio. Nos correspondió $ 3.800, lo que costara la cupecita. Así fue mi primer triunfo.

CARRIZO: No termina allí la historia...

GÁLVEZ: Se corre después el Gran Premio Extraordinario para compensar la carrera trunca. Arrancamos de Córdoba hasta Jujuy y de ahí hasta Bahía Blanca para regresar a La Plata. Al poder ganar en barro, adquirimos respeto. Tenía 29 años y Juan 22. Ya no era el "Pituco del asfalto" y pasé a ser
hombre del barro, venciendo el Extraordinario, en compañía de Juan.
A fondo

Gran Premio de TC de 1974, por la Mesopotamia. El equipo Ford reparte los auxilios para la etapa entre Posadas y Puerto Iguazú. Oscar Gálvez, uno más en el grupo, decide ir a ver la carrera a un badén, tan pronunciado que la hoja de ruta marcaba que había que frenar casi a cero para atravesarlo.

 

- Pero Oscar no se paró 200 o 300 metros antes del badén sino después, en la loma –cuenta Herceg-.

 

El Flaco Traverso venía a fondo y cuando divisó la silueta de Oscar creyó que todavía le faltaba para el badén.

 

- Pensé “hasta donde está Oscar, es a fondo” –corrobora Traverso- Seguí a fondo y me encontré con la sorpresa... Ahí tenía que haberse parado cuando pasara Marincovich, que corría con Chevrolet, no yo.

 

- El Flaco bajó como pudo, rompió la trompa y pasó de milagro –explica el preparador.

 

Después de la etapa, Gálvez lo hizo una confidencia a Herceg:

 

- ¡Este Flaco es un loco! ¡No sabés cómo venía, se mandó a fondo y todavía tuvo tiempo para saludarme con una mano! Pero rompió la trompa, anda un poco impetuoso, se puede lastimar...

 

¿Saludar? pensó Herceg, extrañado. Pronto tuvo la respuesta.

 

- Este Oscar es un... Casi me hace matar –le dijo, al ratito, Traverso- Cuando ví que tenía el badén encima, levanté el brazo para putearlo de arriba a abajo...

 

Cuando a Traverso se le hubo pasado la bronca, Oscar se acercó a contarle, con esa voz suya tan característica:

 

- En ese badén, los más rápidos fueron vos y Gradassi...


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