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  LA PASIÓN DEL TURISMO DE CARRETERA SE TRANSMITE DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN.
LA PASIÓN DEL TURISMO DE CARRETERA SE TRANSMITE DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN. 
Año 2001. Guillermo Ortelli va en busca de su tercera corona en el Turismo Carretera. A un costado de la pista, junto al alambrado del Autódromo de Río Gallegos, un abuelo acompañado de su nieto observa al Chevrolet, que larga en la quinta fila de la grilla de partida de la final. A Antonio, de 80 años y fanático de Ford, lo invade la tristeza de un inminente triunfo del piloto de Salto, y piensa...

 
En estos tiempos exitistas en los que sólo importan los que ganan, va a ser muy difícil poder transmitirle a Marianito aquella pasión por la marca del óvalo que descubrí con mi padre casi a finales de los '30, cuando surgió el Turismo de Carretera. Todavía recuerdo aquel día... ¡Cómo olvidar esa polvareda que levantaban los autos! Era agosto de 1937 y todavía vivíamos en Rosario. Nos acercamos a la ruta y vimos pasar a los autos por única vez. El resto de la carrera la escuchamos por la radio. Se corría por etapas de cientos de kilómetros y abarcaba varias ciudades. Fue el Gran Premio Argentino, inolvidable. Y aunque la ganó el arrecifeño Angel Lo Valvo (con el seudónimo de "Hipómenes"), recuerdo que a mí me llamó la atención el auto 58, que para mí, iba un poco más fuerte que el resto. Después me enteré, que lo manejaba Oscar Gálvez, un muchacho flaquito, de bigotes, que más tarde haría historia. ¡¡Que rápido iba ese Ford!!

De entrada en la primera curva, los autos se mezclan en la punta y el ruido se hace ensordecedor. La tribuna estalla en gritos, entre los que Antonio distingue dos palabras nítidas: Ford y Chevrolet. Imborrable en su memoria dos nombres, Oscar Galvez y Juan Manuel Fangio, precursores de aquella rivalidad. Por unos breves instantes deja de mirar el espectáculo y su cabeza se inunda de recuerdos... 

El Gran Premio Internacional del Norte, allí fue. En esa carrera, el "Chueco" demostró su talento para llevar a ese Chevrolet al límite, más rápido que cualquiera. Entre caminos difíciles, con precipicios, después de unas cuantas horas de manejo. Oscar, con el Ford, también iba fuerte, acompañado por su hermano Juan, dieron batalla hasta el final en el que sufrieron un accidente, al caer a un barranco, cuando se le apagaron las luces. Aquella vez, ganó Fangio, pero fue una circunstancia porque más tarde se alternarían los triunfos, hasta finales de la década del 40 en la que el de Balcarce se fue a Europa, a consagrarse en la Fórmula Uno.

Sí, definitivamente ahí surgió el eterno duelo... En la Buenos Aires-Lima-Buenos Aires, donde también participaron Domingo Marimón, José Froilán González y Arturo Kruuse, tres pilotos que dejaron su huella en esa época. Ese antagonismo entre el "Chueco" y el "Aguilucho", entre Chevrolet y Ford dividió para siempre en dos aguas la pasión, que a pesar del tiempo aún perdura entre la gente...

Promediando la competencia, Ortelli supera rivales como si no le costara esfuerzo alguno. El resto también lucha por progresar en las posiciones, en una carrera que se torna entretenida por la cantidad de toques, despistes y fundamentalmente por la lucha entre el Gurí Martínez y el hombre de Salto. Martínez hace temblar su posible reinado pues retrocede una posición tras otra. Mariano mira a su abuelo con entusiasmo, como disfrutando de tantos accidentes. El viejo asiente con un gesto, sin embargo no puede evitar un pensamiento: 

Antes todo era distinto... No había toques, porque los autos apenas si se juntaban. Ni que hablar de los accidentes, trágicos casi siempre. Es que las cornisas por la que transitaban los autos no permitía mucho margen para el error. Me viene a la mente la Buenos Aires-Caracas de 1948 (luego de los años de la segunda guerra mundial, en los que no hubo competencias), donde murió Daniel Urrutia, el acompañante de Fangio. ¡Qué horror!. Esa tragedia tiñó de tristeza una carrera increíble de 15 mil kilómetros y 18 días, que ganó Domingo Marimón. Recuerdo que después del episodio, Fangio se fue al Viejo Continente con el dolor acuestas. Pero pese a todo, demostró su valentía para superarlo. No puedo olvidar la angustia que sufrí aquel día, en el que me enteré de la muerte de Juancito Gálvez. Fue el 3 de marzo del 1963 (el mismo día del cumpleaños 40 de mi mujer) y me costaba disfrutar. Uno de mis ídolos había fallecido en una ruta en Olavarría, la misma ruta que lo había coronado como uno de los más grandes volantes argentinos de la historia. Ese día lloré en silencio, lo recuerdo como si fuera hoy.


 

La carrera transcurre con normalidad. El Chevrolet número 1, con el correr de las vueltas, se acerca a la obtención de su tercer título. Sólo una falla en el auto sería capaz de arruinar la fiesta. A Antonio le llama la atención el Torino construido por Rubén Luis Di Palma y manejado por su hijo Patricio. Mira a su nieto y señalando el auto le explica: 

Sabés Mariano, estos autos se incorporaron al TC a finales de los 60. En ese momento ganaban casi siempre los hermanos Emiliozzi, Dante y Torcuato, que corrían con Ford. Otros que andaba muy fuerte y siempre cerca de la victoria eran Juan Manuel Bordeu, Oscar Cabalén, Carlos Pairetti y Jorge Cupeiro. En ese contexto surgió esta marca que alcanzó la gloria en el 67 con un equipo maravilloso que conformaban Eduardo Copello, Hector Gradassi y Jorge Ternengo, Los tres hacían punta en cada carrera. Se los denominó la CGT, por sus iniciales. Por entonces no te creas que los autos eran como ahora, todavía corrían en rutas. Recién en el '68 corrieron por primera vez en el Autódromo Municipal, pero lo hacían de vez en cuando. Eran otras épocas Mariano,...eran otras épocas.

Dos vueltas restan para el final. La gente disfruta con el paso de las máquinas. Marcos Di Palma intenta escalar posiciones desde atrás y queda sexto. Es el ídolo sentimental del público, por su carisma y sus ganas de ir para adelante. "Vamos, Marquitos", es el grito común de los simpatizantes de la tribuna. Uno de los hinchas, codea a Antonio y dice:

A este pibe le falta experiencia, pero pronto va a ser un fenómeno, ya va a ver. Como su padre, el "Loco". Ese sí que hizo historia en esta categoría. ¿Se acuerda abuelo, en el '63 cuando debutó?. ¡Qué manera de llevar ese Ford en el Gran Premio de Carretera! Ese tipo era un grande. Les ganaba siendo muy joven a pilotos con experiencia como Héctor "Pirín"Gradassi o Nasif Estéfano que triunfaba en cada circuito. Después repartió su calidad en distintas categorías y permitió que surgieran otras figuras como el "Flaco" Traverso y el "Toro" Mouras, quienes fueron otros dos grandes pilotos que dejaron su huella en el corazón de la gente. Luego de que la ACTC se constituyó como ente fiscalizador autónomo, llegaron otros grandes: Oscar Castellano, Emilio Satriano y Oscar Aventín, quienes junto al Juan María y a Roberto se repartieron la hegemonía de las últimas dos décadas. En la década del '80 Dodge logró la todos sus títulos y relegó a un segundo plano la eterna lucha entre el "Ovalo" y el "Chivo". Ya en los '90, los Chevrolet también disfrutaron de su momento de gloria al repartirse todos los campeonatos con Ford, amplio dominador en el historial.

 

 





 
Un puñado de hinchas de Dodge festeja los buenos resultados de "Tito" Bessone, el hombre indicado para devolverle a la marca la gloria que supo conseguir. El mismo sueño que acuñan los seguidores que perdieron a su máximo referente, el "Viejo" Di Palma, pero no perdieron la ilusión de volver a los primeros planos. 

  1983 - Roberto Mouras adelante - Oscar Castellano detrás
Pucha, que la categoría fue cambiando. Si hasta se dejó de correr en ruta. Recuerdo la última competencia en Santa Teresita. ¡Qué tristeza me invadió cuando se anunció que el TC dejaba el lugar donde había nacido! Pero mi dolor fue aún mayor cuando se mató el "Toro" Mouras. Cómo no sentirme mal si la categoría perdía una de sus pilotos más talentosos y una de sus mejores personas. Aquel 22 de noviembre de 1992 lloramos todos. Los de Ford, los de Chevrolet, los de Dodge, los de Torino, todos... Ese accidente fatal y el del "Pato" Morresi, otra figura de esos tiempos, fueron producto de golpes contra taludes de tierra. Eso fue determinante para dejar de correr en ruta. A pesar de todo, el TC es lo que es porque mantiene viva su pasión, su lucha de marcas, su folclore. En ruta o en autódromos, siempre fue la categoría más popular. 

 
Se baja la bandera a cuadros. Guillermo Ortelli llega segundo y se consagra campeón por tercer año del TC. Mariano levanta los brazos y festeja, como si hubiese sido él quien se llevó la prueba. En el podio, el campeón riega con champagne a su público, que se levanta feliz, rendido ante su nuevo reinado. El niño contempla la escena incrédulo, se dirige a su abuelo, "soy hincha de Chevrolet, a muerte". Antonio sólo lo mira...Por dentro emerge una plegaria. "El día que vi pasar a Oscar Gálvez por primera vez, pensé lo mismo: voy a ser hincha de Ford, hasta que me muera".
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